lunes, 22 de julio de 2013

Todo sobre las nubes, Capítulo 9: "No será nada serio, de veras"

Capítulo 9: "No será nada serio, de veras"

Entregué el último trabajo del curso. Después de aquél lunes soleado, vendrían dos días para acabar de pulir algunas cosas finales, y sería libre para hacer lo que quisiera hasta septiembre. La lista de actividades que quería hacer aquél verano estaba encabezada por irme a Ibiza.  Eso lo podría hacer, siempre y cuando mi madre decidiera que Axel era una buena compañía para salir del país.
A la hora de la comida, convoqué por SMS una mini-reunión de emergencia en el comedor de la universidad. Primero vinieron Axel y Flynn, que se me sentaron uno a cada lado.
– ¿Y bien, preciosa? – me pregunta Axel dándome un beso en el pelo.
–Bien, bien…– le respondo rápido, mientras veo a Tommy y a Shirley que se acercan cogidos de la mano. – Oye, después tengo que hablar contigo un momentito.
–Me estás asustando. – me dice Axel medio en broma.
–Hola chicos. – dice Shirley mientras se sienta delante de mí.
–Hola. – dice Tommy con una sonrisa.
Hace un montón que conozco a Shirley. Es pelirroja, más alta que yo y muy… activa. Hace más o menos un año que sale con Tommy, que es un curso mayor que nosotras. Él tiene el pelo azabache y la piel muy blanca. Todo lo que tiene ella de espíritu libre, lo tiene él de tranquilo, apacible y sensible.
– ¿A qué viene toda esta urgencia en vernos? – Me pregunta Shirley.
Veo que Tommy le coge un rizo pelirrojo a Shirley sin que ella se dé cuenta, y empieza a acariciarlo con las yemas de los dedos.
Entonces llega Chris. Con una camiseta a rayas blancas y azules, una americana negra y unos vaqueros rotos en las rodillas, entra en el comedor como una estrella de cine. Pega los repasos más descarados que he visto nunca.
– ¡Hola, hola!– Dice, sonriendo y pone una mano en el hombro de Shirley. Posa la vista en mí, luego en Tommy, luego en Axel, y finalmente en Flynn.
Los dos se aguantan la mirada unos instantes.
– ¿Y Louis?– pregunté a Chris, mientras se sentaba en la mesa delante de Flynn, al cual seguía pegándole un repaso de aúpa.
– Él acaba de cumplir los dieciocho. Esta semana acaba el último año de instituto. – dice mientras me mira, sonriente.
– Vale. – respondo. – ¿Qué teníais planeado hacer la semana que viene?
Todos se miran extrañados, pero Axel sonríe al saber de qué va el asunto.
– Lou y yo nos íbamos a ir de camping el fin de semana – empieza Chris.–, pero si te soy sincero, odio el camping, las tiendas de campaña, los bichos, las arañas, los ruidos por la noche y los lavabos comunitarios de dónde íbamos a acampar.
–Bien. – dice Axel, frotándose las manos. – ¿Tenéis ahorros?
Chris, Flynn, Shirley y Tommy asienten.
– ¿Os hace ir a Ibiza una semana?
Shirley abre mucho los ojos.
– ¿Estás de broma? Yo no tengo ni para pagarme un vestido que vi hace poco, pero para ir a Ibiza podría convencer a mi madre para que me pagara el viaje. Seguro que estará dispuesta a echarme una mano con tal de que me vaya de casa una semana.
La madre de Shirley está separada, así que… digamos que no tiene ni ataduras ni miramientos cuando se trata de hombres.
– ¿Tú qué dices, Tommy? – pregunta Shirley.
– Yo creo que podré, mi padre siempre me está empujando a ver mundo, pero a mí me incomoda un poco salir de Londres…– nos comenta, con una sonrisa tímida. Coge la mano de Shirley y le da un beso en los nudillos. – Pero por ti iría al fin del mundo. – entonces, se gira hacia Axel. – ¿Cuándo dices que iríamos?
Axel se frotó las manos.
–Iríamos el jueves que viene. Una semana, y nos lo pasaríamos genial.
La comida nos la pasamos bastante tranquilos, y luego ya seguimos cada uno por nuestro camino, menos Axel y yo, que nos quedamos en el comedor un rato más, mientras me daba mimitos.
– ¿Axel? – tengo la cabeza apoyada contra su pecho cuando me decido a soltar la bomba.
– Dime, preciosa.
– Mi madre quiere que vengas a cenar para conocerte antes de ir a Ibiza.
Siento como se le tensan los músculos por debajo de la camiseta.
– Esto… Digamos que nunca les caigo bien a las madres.
–No será nada serio, de veras. No te acosará a preguntas de madre, te lo juro. Alquilaremos una peli y la veremos con mi hermana en el salón, mientras cenamos pizza directamente de la caja. En serio.
Suspira.
– Bueno, vale…– se me está ensanchando la sonrisa, pero justo en ese momento, levanta un dedo. –… Siempre y cuando pueda venir Flynn.
Oh Dios. Mi madre era la típica persona que daba caza a las personas cómo Flynn, y, si por ella fuera, serían desterradas del país.
– No creo que sea buena idea, Axel…
– Si no es nada serio, ¿qué más da que venga un amigo? – dice, y enarca una ceja. Sabe que me ha pillado.
Suelto un improperio, y le abrazo. Noto como su olor embriagador me llena, y le abrazo un poco más fuerte. Realmente, le necesito mucho.
– Menudo cabronazo…– digo, enterrando la cara en su camiseta.
Me levanta la barbilla con el índice y me besa. Noto como sonríe encima de mis labios, pero a mí no me vale con que me esboce una sonrisita de superior a dos milímetros. Le necesito en contacto conmigo. Ya.
Le paso los dedos por el pelo y le atraigo hacia mí, sellando el espacio mínimo que quedaba entre los dos.

Y, entonces, el tiempo se para.

jueves, 18 de julio de 2013

El salto


Había… Había una vez una chica que sólo podía vivir en limonada.
O sus padres eran tan malvados que no le daban otra cosa y al final no podía beber nada más, o eran tan buenos que se la daban porque la querían mucho. Esa parte aún no la he decidido, pero… Sólo podía vivir en limonada. Si no se sumergía en limonada, se moría. Y sus padres morirían pronto también, les pasaba algo, tenían la sangre azul o algo así.

Ella tenía un hermano, pero era un estúpido, tanto que no se preocupaban por él.


El único problema era que nadie pensaba en su hermano. La chica vivía en una botella, así que él estaba solo. Le abandonaron. Así que se sentó a su lado, su hermano se sentó al lado de la botella. Y como la limonada hacía que viera mejor, ella le podía ver claramente a través de la botella, a pesar de que el vidrio era grueso.

Como vivían en el campo, él no tenía nada que comer y no podía ir a comprar. Se estaba muriendo de hambre. Su hermana lo sabía. Nadie cuidaba de él, y como era un poco estúpido, no podía cuidarse él solo.

No paraba de llover, y el chico empezó a oxidarse.

Ella lo pasaba genial en la limonada, pero… sabía que tenía que ayudarle, así que nadó hasta la superficie, pero no podía salir, estaba demasiado lejos. La botella era demasiado grande. Ella sabía que tenía que hacer algo, cada vez estaba peor. Tenía mucha hambre y mucha sed. Empezó a comer hierba y no paraba de vomitar. Así que ella intentó pensar en algún plan. Pero no se le ocurría nada. Lo único que sabía es que él la necesitaba. Ella no paraba de verle vomitar al otro lado del cristal. Después de machacarse a ella misma pensando, se le ocurrió una idea: Empezó a beber. Bebió, bebió y bebió. Bebió muchísima limonada. Suficiente como para tener bastante hasta que muriese.

Pero aún así no podía salir.

Esperó a que hiciera el efecto toda la limonada que había bebido. Como había bebido tanta, empezó a tirarse pedos. Así salió de la botella, disparada hacia arriba, como un cohete.

Consiguió que su hermano dejara de comer hierba. Fueron a buscar una casita donde vivir juntos.

Resultó que al beberse toda la limonada se había curado, porque… Ya nunca quiso beber más.  El resto de su vida bebió naranja. 

(Effy stonem, Skins.)

lunes, 1 de julio de 2013

Todo sobre las nubes, Capítulo 8: "¡Chau!"


Capítulo 8: "¡Chau!"

Nos bajamos del bus, y caminamos dos calles. Llegamos a una tienda oscura, y cuando estoy a punto de pasarme de largo, Axel me abre la puerta. De dentro sale olor a tabaco.
– Adelante, preciosa.
Entramos. Hay música de fondo. Al principio no reconozco la canción, pero después de un rato, me doy cuenta de que es “November Rain” de Guns N' Roses.
Me giro de golpe. No esperaba que hubiera alguien en este lugar. Mis ojos empiezan a acostumbrarse a la luz, y puedo observar a un hombre alto, pelo largo y castaño, al igual que su barba.
– Axel, hace mucho tiempo que no vienes por aquí.
– ¿Tienes algo nuevo? – pregunta Axel yendo hacia el mostrador.
Camino por los pasillos que se abren entre estantería y estantería. Dejo que Axel hable de sus cosas con el señor de la tienda, y sigo recorriendo el lugar. Está oscuro, pero veo los carteles que hay encima de cada estantería, anunciando los géneros de los discos que tenían debajo. Paso por las secciones de Punk, Rock, Metal, Indie Rock y llego a la pequeña y remota sección de Pop. Cojo un disco el cual me llama la atención. En la portada está escrito “Maroon 5” en letras grandes, y un gran dibujo abstracto. Me sobresalto cuando Axel me abraza desde atrás por la cintura y apoya su barbilla en mi hombro.
– ¿Maroon 5? –dice mirando el disco. Asiento con la cabeza. 
Desde pequeña me gusta su música (pero, chicas, seamos sinceras, en verdad lo que más nos gusta a todas de Maroon 5 es el cantante), y nunca había tenido la oportunidad de tener un CD completamente suyo en mi colección.
Vamos. –Axel se retira y se dirige hacia el hombre de detrás del mostrador.
Éste se acerca, y Axel le dice algo que no logro comprender y le da algo. Dejo el disco donde lo había encontrado, y voy hacia Axel.
Coge el disco, Axel ya lo ha pagado. –me dice el hombre del mostrador.
Cuando estamos a punto de irnos, una chica entra a paso ligero a la tienda. Alta, rubia, ojos verdes. Muy delgada. Desentona bastante en la tienda, porqué lleva un vestido verde chillón, que irradia más luz que todo el establecimiento entero. Sus labios gruesos forman una “O” perfecta cuando mira de reojo a Axel. Él abre mucho los ojos y me coge de la mano. Se le ve visiblemente incómodo.
Hola Axel. –dice la chica acercándose mucho a mi novio. Peligrosamente.
Hey, Charlotte. – dice intentándose ir, pero ella le coge de la mano que tiene libre.
–Hace un montón que no hablamos, ¿no te parece? Juguetea con un mechón de su pelo rubio, perfectamente liso. 
Le sonríe de forma juguetona y misteriosa. ¿Qué significará? No tengo ni la más mínima idea. Y creo que de momento, no quiero tenerla. Tiro de la mano de Axel hacia la puerta. Él me mira, y luego a ella. Me acerca más a él y le dice:
Lo siento, Charlotte, tenemos prisa. – le sonríe cordialmente.
Aún no me la has presentado.– dice Charlotte, señalándome.
Ah, soy Cassandra Hale. – digo extendiéndole la mano. Encantada.
Por lo que tengo entendido, Charlotte fue la última novia de Axel. 
Igualmente. Soy Charlotte O’Connor.– me sonríe.
Una sonrisa que hace que quiera ser aceptada por Charlotte. De repente, siento la necesidad de gustarle.
Axel, ¡tu novia es encantadora! Comparada con las putas que te tiras habitualmente, es una princesa. – le dice, y se dirige hacia mí. –A ti te doy dos semanas más a lo sumo. Pasado ese tiempo, ten por seguro que estarás tirada en la cama, llorando y comiendo helado, pensando en el puto idiota que te destrozó el corazón.
Tanto Axel como yo nos quedamos con la boca abierta de par en par. Ella se da la vuelta hacia el vendedor, y luego nos vuelve a mirar a nosotros.
Tengo un poco de prisa, he de recoger un pedido que llegó ayer. ¡Chau! – dice y se mete hacia el interior de la tienda.
Me quedo parada. Juro por Dios que ha dicho “chau”.  Axel me empuja hacia fuera, donde el aire limpio me inunda los pulmones.
¿Soy yo, o ha dicho “chau”? – Le digo conmocionada. – ¡Oh Dios, ha dicho “chau”!
El viento me azota el pelo, me lo revuelve, me lo enreda, y hace que no pueda ver la expresión de Axel. Claro que el hecho de que Charlotte ha dicho “chau” no es lo que más me ha confundido. Ha sido la predicción de las dos semanas. Y que dijera que habitualmente, Axel se ve con otras chicas. Eso ha tenido el mismo efecto sobre mí que si alguien me cogiera y me estrujara el estómago. Me he encogido toda yo.
No me voy con ninguna otra, Cassandra. – Dice, penetrándome con la mirada Me coge con fuerza de los hombros. – Eres la única. Y quiero que lo sigas siendo.
Cualquier duda que pudiera albergar se ha esfumado con sus palabras. Le quiero. Muchísimo. Me lanzo a su cuello. Sus labios se mueven bajo los míos. Siempre pienso que encajan a la perfección. Me coge de la cinturilla de los tejanos, y yo paso los dedos por su pelo oscuro. Aparta sus labios de los míos, pero pone su frente contra la mía. Suelta una carcajada y me da un beso rápido. Me coge de la mano y caminamos con normalidad por el paseo.

Deben ser las siete de la tarde cuando Axel me deja en la puerta de casa. Me besa la frente y me aparta el pelo de los ojos.


¿Sabes qué? – me dice, cogiéndome de la mano.
– Dime.
– Con Flynn hemos hablado de irnos a Ibiza por final de curso. Para celebrar que hemos acabado el primer año de la uni y hemos vivido para contarlo. – me besa los nudillos. – Me comentaste que tenías dinero ahorrado, y tal vez, si nos alojamos en un cuchitril total y pillamos vuelos baratos, aún podríamos ir tú, Flynn, Shirley y su novio y yo. Y si quieres, podrías decirle a algún amigo tuyo que se venga también, porque así cubrimos los gastos comunes con más facilidad: el coche, la gasolina, etcétera.
Abrí mucho los ojos.
Ibiza.
Sip.
Fin de curso.
Exacto.
Es dentro de una semana.
Lo sabemos. En una semana y media queremos estar allí.
Pero Ibiza es mucha Ibiza.
Ibiza es Ibiza. No hay ni mucha ni poca. Hay Ibiza. 
Bueno, pues lo pensaré…– digo sobrecogida. – Tendré que preguntarle a mi madre…
Me alegro. Ya verás como lo pasaremos genial.
Me da un beso rápido y se va calle allá. Me encojo de hombros y abro la puerta de casa. Darcie está sentada en el sofá, y cuando entro inmediatamente me extiende la mano.
Rebusco en el bolsillo trasero, de donde saco quince libras y se las doy de mala gana. Entorna los ojos y me sonríe.
¿Mamá ha llegado?pregunto.
En ese momento, se vuelve a abrir la puerta de la entrada y entra mi madre. El pelo le cae en bucles castaños hasta un poco más abajo del pecho. Lleva una bolsa de papel marrón del supermercado del barrio a rebosar. Cuando me ve, me sonríe.
¡Hola, cariño! Me dice con tono meloso. 
¿Qué tal ha ido todo con Shirley?
Muy bien, mamá. Ha estado muy interesante. Vimos Jack Reacher. – Miento.
Darcie suelta una risita por debajo de la nariz.
Ah, genial. He comprado cosas para la Noche de las Chicas Hale.
La Noche de las Chicas Hale es, básicamente, cuando las tres (mi madre, mi hermana y yo) nos sentamos delante del televisor a  ver alguna película que alquilamos en el videoclub mientras nos atiborramos de helado.
¿Pillaste la de El Lado Bueno de las Cosas? – pregunto.
Sí. Y he comprado una terrina de helado de un quilo y medio, así que nos durará toda la peli. – Parece orgullosa de ella misma.
Cuando estamos más o menos por la mitad de la película (y del helado) se me ocurre decir:
Mamá, ¿te acuerdas de Axel? Aquél chico con el que te dije que salía.
Sí, Cassie.
Va a ir a Ibiza con un amigo suyo en una semana y media, y seguramente también irá Shirley y por lo tanto, también irá Tommy. El chico aquél tan majo que estudia medicina. Y también puede que vaya Chris con su nuevo novio.
¿Qué intentas decirme Cassandra? – mi madre se incorpora y me mira con el ceño fruncido.
Tengo más de 500 libras ahorradas. Tengo diecinueve años, novio, y acabo de acabar el primer año de universidad con unas notas impecables. Mamá, déjame ir a Ibiza.
No conozco a Axel, cariño. No puedo dejar que vayas a la capital del alcohol y la fiesta loca con un desconocido como pareja. Tampoco conozco a ese amigo suyo.
Pero sí conoces a Shirley. – Protesto yo.
Mamá arquea una ceja. Ambas sabemos que significa.
La Shirley de la que estamos hablando es la misma Shirley histérica que montó un escándalo enorme en la tienda de zapatos del centro comercial porqué le trajeron unas sandalias que no eran de su número. ¿Me equivoco?
Mamá, eso fue hace dos años. – Puse los ojos en blanco. – Y teníamos mucha prisa. Era normal que se enfadara.
Tras un suspiro, cedió, pero no sin antes poner una condición.
Hablaremos de ello cuando haya conocido a Axel. Hasta entonces, nada. Podría venir un día a cenar, ¿no te parece?
Por mi genial, pero no creo que quiera venir sabiendo que estarás tú ahí para acosarle a preguntas sobre su vida personal.
No, cariño. Dile que se venga a tomar pizza algún día. Prometo que no interferiré en vuestros asuntos, pero podré hacerle cinco preguntas durante toda la noche. ¿Trato? – me pregunta mamá.
Trato. – Afirmo.