lunes, 17 de junio de 2013

Poema a Amanda


Poema a l'Amanda (català)

Bonica pell blanca
Ulls que enamoren.
Massa perfecta,
Massa preciosa.

Si t'ho dic jo, i t'ho diuen ells,
“Per què no em creus?”
dic mentre et toco els cabells,
Mentre et miro atentament.

T'amagues, no fas altre cosa
que fugir del món que t'envolta.
Et tanques tu sola
Entre miralls i records.

I jo no puc fer res més,
que esperar a que passi el temps.
No puc fer res més,
que buscar-te dia sí, dia també.

Però què es pot esperar,
d'algú que ve i s'envà?
M'estic a punt de desesperar,
tot i que fa temps que vas marxar.

I saber que ets on no-sé-on,
amb una altre gent,
i un altre nom,
em fa sentir malament
però sóc jo el que et demano perdó.

Perdó per allò que t'hagi dit,
Tot i que no li trobo gaire sentit.
Perdó per haver-me quedat,
aquí plantat,
mentre tu seguies cap endavant.

Estic anclat a passat.
I que hi puc fer?
Si ja és massa tard.
Tu t'has anat, i únicament has deixat
quatre flors i un penjoll platejat.

I tot i que ara ja hi faig tard,
i que sé que amb mi ja no vols parlar,
Jo et segueixo buscant,
exclusivament, sense descans.

Poema a Amanda (español)

Poema a l'Amanda

Bonita piel blanca.
Ojos que enamoran.
Demasiado perfecta,
Demasiado preciosa.

Si te lo digo yo, y te lo dicen ellos,
“Por qué no me crees?”
Digo mientras te toco el pelo,
Mientras te miro atentamente .

Te escondes, no haces otra cosa
que huir del mundo que te rodea.
Te encierras tú sola
Entre espejos y recuerdos.

Y yo no puedo hacer nada más,
que esperar a que pase el tiempo.
No puedo hacer nada más,
que buscarte día sí, día también.

¿Pero qué se puede esperar
de alguien que viene y se va?
Me estoy a punto de desesperar,
Aunque hace mucho que te fuiste.

Y saber que estás en no-sé-dónde,
con otra gente,
y otro nombre,
me hace sentir mal
pero, soy yo el que te pide perdón.

Perdón por lo que te haya dicho,
Aunque no le encuentro demasiado sentido.
Perdón por haberme quedado,
aquí parado,
mientras tú seguias hacia delante.

Estoy anclado al pasado.
¿Y qué puedo hacer?
Si ya es demasiado tarde.
Tú te has ido, y únicamente has dejado
cuatro flores y un collar plateado.

Y aunque ahora ya es tarde,
Y sé que conmigo no quieres hablar,
Yo te sigo buscando,
Exclusivamente, sin descanso.



domingo, 16 de junio de 2013

Lágrimas de cristal


Lágrimas de cristal,
resbalan por la piel de un recuerdo,
mientras una nube herida cruza el cielo.

Por delante de la tormenta,
huyen los segundos,
que guardaba en mi bolsillo,
para seguir en mi fantasía.

Habla el viento que no sopla,
desde su refugio en las montañas,
cortándome el alma en pie,
que guarda todas mis promesas.

Las huellas del dolor,
marcan el camino del olvido,
ante deseos imperiosos,
que siguen en mi mente.

La noche rompe sus horizontes,
oculta entre las sombras,
de misma mi memoria,
débil, poseída y ciega.

No cruzo la línea,
pero sigo aferrada,
a algo inexistente.

Todo tiene un principio y un fin,
Todo empieza y acaba.

Una mente inocente,
siempre estará llena,

llena de pensamientos oscuros.

Todo sobre las nubes, capítulo 7: Chris y Louis

Capítulo 7: Chris y Louis
Entro en la cocina y veo que Axel está nervioso y hablando en voz baja con Flynn. Cuando me ve esboza una sonrisa tensa y viene hacia mí.
– ¿Has dormido bien, preciosa? –me pregunta mientras me toma de las manos.
Asiento con la cabeza. Él parece relajarse un poco.
– ¿Quieres café? –me pregunta Flynn.
Flynn tiene todo el pelo alborotado, es alto y sus ojos verdes se mueven con impaciencia. Me gustaría saber cuántas tazas de café se ha tomado él ya, pero decido no preguntarle. Lleva una camiseta de Nirvana negra, unos tejanos piratas oscuros y unas All Star rojas.
– Sí, gracias.
Flynn corre a por la cocina como un poseso, supongo que irá a buscar mi café.
– Niño pequeño, cosas de mayores. – dice señalándolo.
Axel lleva una camiseta negra holgada, y unos vaqueros Levi’s azules. Unas Vans clásicas a cuadros negros y blancos y una pulsera en forma de trenza de cuero marrón completan su vestuario.
Me encojo de hombros. Hoy me he despertado con una extraña sensación de que algo no va bien. Nos sentamos en la mesa de la cocina. Axel bebe café solo de su taza de Pulp Fiction cuando le pregunto:
– Oye Axel, ¿Te he dicho algo fuera de lo común esta mañana al despertarme? – No es para pillarle ni nada, realmente tengo la sensación de haberle dicho alguna cosa importante de la cual no me acuerdo.
Se atraganta con el café, y casi lo escupe. Se limpia la boca con la mano, y abre mucho los ojos. Me giro hacia Flynn, que tiene la boca abierta de par en par. Se ha quedado parado en medio de la cocina (aún con las tazas de café que lleva se ha tomado) y no se mueve. Sólo parpadea, cosa que intuyo que en Flynn debe ser muy mala. Alterna la mirada entre Axel y yo.
–No, no, nada. – Dice Axel encogiéndose de hombros.– Lo de siempre, que soy un imbécil, y luego ya te has levantado. – Dice dando sorbos al café, inquieto.– ¿Ha dicho algo extraño, Flynn?– Le pregunta.
– ¿Eh? No, para nada. Además, ¿cómo iba a saber yo, que dormía en el sofá y que no me he levantado a tu lado, tal cosa?– suelta una carcajada nerviosa.– Qué tontería. Como si tú dijeras cosas raras… Tome tu café, mejor me callo. – dice y me sonríe. Sale de la cocina a paso ligero.
– Así que todo va bien.– Le digo a Axel.
– Estupendamente.– me responde él con una sonrisa forzada.
Pues bien. Me mentía, y yo quería saber por qué. Yo voy a aguantar más que él en el juego de fingir que no pasa nada, la culpa le comerá las entrañas y me lo acabará explicando. Lo sé.
– Pos eso. – digo mientras doy pequeños sorbos al café.
Axel respira hondo, y me sonríe.
– ¿Te puedo llevar a un sitio hoy?– me pregunta, casi con normalidad.
Me encojo de hombros.
– Vale. – digo con indiferencia.

Caminamos hasta la parada del autobús donde nos encontramos con Chris, un amigo de la infancia. Se mudó a Londres dos años antes que yo, pero hace tres meses que nos vemos de pasada en la universidad, aunque nunca tenemos mucho tiempo de hablar como Dios manda. Tiene a un chico alto, con el pelo liso y con tupé cogido de la mano.
– ¡Hola, guapa!– me dice Chris, y me abraza.
– Hola Chris. – digo.– ¿Qué tal?
– Fantásticamente fantástico, cómo siempre. Estoy fabuloso. Veo que tú también. – dice mirando a Axel de arriba a abajo.
Axel se rasca la nuca, un poco incómodo.
– Éste es Louis.– Dice abrazando al chico que tiene a su derecha.– Llevamos dos semanas juntos.
– ¡Hey! – Me dice Louis, y me da, no dos, sino tres besos.– Encantado.
– Igualmente.– digo con una sonrisa.– Éste es Axel.
– Hola.– dice visiblemente incómodo, pero esbozando una sonrisa.
– Uy, ¡chica! ¡Un malote tímido, me gusta! ¡Esta vez te has superado!– Chris le da el segundo repaso  del día a Axel, que cada vez parece más intimidado.
– ¡Sí, es muy guapo!– dice Louis, cogiéndose del brazo de Chris.
– Em… Gracias, supongo.
– Chicos, por Dios, no está acostumbrado a que un par de gays le tiren la caña. Controlaos.
Justo entonces llega el autobús. Los cuatro nos subimos, y encontramos dos asientos libres. Yo me siento encima de Axel y Louis encima de Chris.
– Y… ¿Cuánto hace que salís, vosotros? – me pregunta Louis. Tiene los ojos muy verdes, y acento francés.
– Hace un mes y ocho días.– Responde Axel, automáticamente.
– Qué monos. – dice Chris.
Chris tiene unos ojazos azules impresionantes. Muy bonitos. Era uno de los chicos con más éxito entre las chicas de Glasgow, hasta que se fue, y en Londres descubrió que le gustaban los chicos. Pensé que era una broma cuando me lo dijo por Skype a los dos meses de irse, pero hablaba bien enserio.
Unas paradas después de hablar sobre la facultad, de Glasgow y de Londres, Chris y Louis se bajan. Según ellos, se van de shopping y a ver si encontraban a One Direction caminando por ahí.
Cuando el asiento de Chris y Louis queda libre, voy a sentarme, para mirar a Axel a la cara mientras hablamos, pero él me agarra de la cinturilla de los tejanos.
–Quédate aquí, por favor. – Me dice dándome un beso en el cuello.

– Claro. ¿Por qué no iba a quedarme?

sábado, 15 de junio de 2013

Todo sobre las nubes, capítulo 6: Vainilla y chocolate

Capítulo 6: Vainilla y chocolate

Clavo las uñas en el brazo de Axel por centésima vez desde que la película había empezado. Ahogo un chillido cuando el zombi le pone la mano encima a la chica. Axel y Flynn, totalmente ajenos a mi desesperación, se ríen como posesos cuando el muerto muerde a la protagonista y empieza a brollar sangre a borbotones. En cambio, a mí se me revuelven las tripas.
–Oh, Dios, esto es genial. – dice Flynn, que está sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Cuando se gira, veo que tiene una expresión desencajada y de diversión, cómo un psicópata.
Me giro hacia Axel, que asiente con la misma expresión. Entierro mi cara en su pecho. Él capta la indirecta, se aclara la garganta y dice:
– Flynn, creo que nos hemos quedado sin helado. Me preguntaba si… Hum… Si paramos la película, podrías ir a la tienda de la esquina a por uno de chocolate y otro de vainilla.
–Joder macho, ¿Por qué no vas tú? – Dice mientras pulsa el botón de pausa.
– Eh, no sé, porque tú te has tirado a una desconocida en mi piso y yo no te he cortado la cabeza por ello.
Después de refunfuñar un poco, se pone de pie. Va hacia la puerta con la chaqueta en la mano.
–Vale. Pues uno de chocolate y otro de vainilla. ¿Algo más?
– No. – Dice Axel.
– De acuerdo. Pues hasta ahora.
Cuando cierra la puerta, Axel me besa el cuello.
–Pensaba que no se marcharía nunca, Dios. – suspiro.
–Pero si es genial. – dice Axel apartándose un poco de mí. – Es súper divertido, pero a veces puede ser cómo… Un niño pequeño haciendo cosas de mayores. Al pobre le cuesta madurar.
Pongo los ojos en blanco.
– ¿Cuánto rato tenemos? – pregunto.
– Si fuéramos tú o yo a comprar helado tardaríamos unos diez minutos, pero como es Flynn, puede tardar más de media hora. Porqué primero se distraerá en el pasillo de los dulces, luego hojeará la revista Play Boy, y finalmente, cuando vaya a pagar intentará ligarse a la cajera. Total, que volverá en media hora, con cuatro paquetes de chucherías, una revista porno y sin helados.
–Ah, parece que le conoces muy bien.
–Exacto, pero ese no es el tema.
Antes de poder preguntarle que qué hace, me coge como a una princesa, y me lleva hasta la puerta de su habitación, la cual abre con una patada suave.
La habitación no es muy grande, pero sin duda es confortable. Tiene algunos pósters de grupos de rock, una cama de matrimonio negra con sábanas blancas, un escritorio sencillo y una mesita de noche en el lado izquierdo de la cama. Una cómoda blanca y una estantería completan la habitación.
Me deja con cuidado encima de las sábanas, perfectamente estiradas. Se sienta a mi lado, y me besa la parte interior del antebrazo. Avanza hasta el hombro, de ahí a la clavícula y luego por el cuello hasta los labios. Le muerdo el labio inferior, y se le escapa una carcajada. Me quita la camiseta por la cabeza, y yo intento hacer lo mismo con la suya, pero se me resiste y me tiene que ayudar. Me ruborizo, y entierro mi cara en su pecho. Me siento totalmente inútil pero segura. Sus manos recorren cada centímetro de mi espalda. Le desabrocho el cinturón, y tira los pantalones al suelo. Yo hago lo mismo. Me tumbo, y tiro de él que cae encima de mí. Pasa el índice de la mano derecha entre mi sujetador y mi espalda, y no puedo evitar suspirar. Él me sonríe, y luego me besa.

Tres cuartos de hora después, suenan las llaves de Flynn en la cerradura. Axel duerme profundamente a mi lado, y me tiene echado un brazo por encima. Yo estoy despierta, aunque a poco de dormirme.
Oigo los pasos de Flynn que se acercan al dormitorio, y abre la puerta para comprobar lo que él ya sabía. Me hago la dormida.
–Jodido suertudo. – refunfuña.
Axel se remueve a mi lado. Gruñe y se incorpora.
–Flynn, ¿qué coño quieres? – le pregunta con voz de dormido.
–No he encontrado helado de vainilla, y he comprado de fresa.
– Vete a la mierda.
–¿Puedo dormir en el sofá?
–Vale.
Entonces, cerré los ojos y me dormí de verdad.

La nariz de Axel me hace cosquillas en la mejilla.
– Cass, despierta. – Me dice besándome el hombro.
–mmm… – digo yo totalmente dormida.
–Cassie, vamos, ¡son las diez!
Me besa en cuello juguetón.
–Qué imbécil…– digo sin ser consciente.– Te quiero…
Hace una pequeña pausa. Toma aire.
­– Cassandra despierta. Es domingo. Tienes que acabar el trabajo de biología.
– ¿Eh? – Ahora soy medio consciente del mundo que me rodea.
– ¿Quieres desayunar?
Asiento. Él va hacia la cómoda, abre un cajón y me saca una camiseta de FUN. que me va dos tallas grande, y me tapa las bragas. Decido que estoy lo suficientemente decente como para pasearme por el piso  así. Me despego las sábanas, y cuando doy dos pasos, siento todo el cuerpo dolorido. Menudo día que me espera.

Camino descalza hasta el baño, donde me lavo la cara y me arreglo un poco el pelo. Entonces, voy a desayunar a la cocina.

Todo sobre las nubes, capítulo 5: London Eye

Capítulo 5: London Eye


–Camina más rápido. – Me dice Axel.
Aunque mis tacones no son muy altos, no me permiten correr ni caminar tan rápido cómo Axel.
–Ya podrías ir más lento tú.
–Para cuando lleguemos, a parte de que las ranas tendrán pelo, habrá un montón de cola y, desgraciadamente para ti, no me apetece estarme de pie cómo un inútil mientras pienso que las parejas ñoñas que se suben podríamos ser nosotros si hubieras caminado más rápido. –Me paro en seco.
– ¿Me estás llevando al London Eye?
Él se encoge de hombros. Y sigue caminando.
–¡Oh Dios mío, me estás llevando al London Eye!
– Pero si no te das prisa, no vamos a poder subir
Apresuro un poco el paso.
Hace poco hablé con Axel sobre el poco tiempo que hace que estoy en Londres. Apenas tres meses desde que llegué de Glasgow, así que no había tenido tiempo de subirme a la noria. Hasta hoy.
– ¡Te adoro, Axel! – le digo y le abrazo por la espalda.
Poco después, llegamos a la cola para subir en la noria. Entramos, y me cojo del brazo de Axel.
  – ¿No ves cuanta gente? Esto nos pasa porqué caminas lento. Y porqué comiste demasiado en la pastelería.
–Axel…– intento pararle.
– ¿Sabes que me estás arruinado? Me cuestas demasiado dinero. No sólo una magdalena, sino tortitas y cafés…
Le tapo la boca con la mano, él me coge de la muñeca, y yo le beso. Se separa, pero yo lo vuelvo a atraer hacia mí. Su extraña manía de manosearme por debajo de la camiseta no quiere manifestarte hasta que llevamos medio minuto besándonos.
– ¿Qué haces esta noche?­– me susurra contra la boca.
Me besa, pasando sus dedos índices entre mi sujetador y mi espalda.
– ¿Qué haces tú? – le pregunto yo igual.
– Quedar contigo.
Me besa en los labios, y luego avanza hasta la mejilla, el mentón y el cuello. Se entretiene besándome en la clavícula y suelto un suspiro de placer. Me quedo con los ojos entrecerrados un momento, y cuando los abro veo a las vecinas de enfrente que nos miran fijamente.
Son Sadie y Kami, y viven una al lado de la otra, pero enfrente de mi casa. Llevan un helado de frambuesa cada una y tienen la boca abierta de par en par. Tendrán unos 13 años, y no me caen bien, pero tampoco me molestan.
Les guiño un ojo y me llevo el dedo índice a los labios. Vuelvo a olvidarme del mundo y sigo besando a Axel en los labios.
Cuando pasa el tiempo, la cola avanza y somos los primeros para subirnos a una de las cabinas. Le cojo del brazo y le empiezo a dar besos en las mejillas.
– Te adoro, en serio.
Le mando un mensaje a mi hermana:
“Darcie, dile a mamá que me quedo a dormir en casa de Shirley. Te doy 5 libras y los detalles cuando vuelva”
A una velocidad preocupante, Darcie me contesta:
"Necesito comprarme unos zapatos"
"Pues los detalles y 15 libras" –le propongo.
“OK.”
Cuando la noria empieza a girar lentamente, saco el móvil y llamo a Shirley para avisarla por si mi madre le llama, ignorando por completo los besos de Axel en el cuello.
Al otro lado de la línea, la voz chillona y histérica de Shirley me mete prisa:
–Cariño, estoy ocupada, sé breve.
–Shirley, seré breve porqué sé que en este momento estás con Tommy. Me quedo en casa de Axel. Le he dicho a mi madre que estoy en la tuya, encúbreme. –continúo.
– ¿¡Vas a pasarte la noche con Axel!?
 Oigo a Axel que se queja y entierra su cara en mi pelo. Me abraza por detrás, y me da besos en el cuello. Estamos de cara a la ventana que da a la ciudad y la veo por primera vez desde el aire des de que me mudé 
 – ¡Tía! ¡Tenemos que ir de compras para que me lo expliques todo! – me grita Shirley.
Axel se quejó más fuerte y tras forcejear un poco, me coge el teléfono.
–Adióóóóssssss– le dice a Shirley por el móvil y cuelga.
–¡Axel!– le digo, enterrando la cara en su pecho.
–Disfruta del paseo, preciosa.
Le beso el cuello y avanzo hasta la barbilla. Me pongo de puntillas, y le detengo a pocos milímetros. Siento su respiración entrecortada. Siento sus cálidas manos en las caderas. Siento los latidos que nos martillean el pecho.
–Eso intento, pero me lo pones demasiado difícil…
Siento que sus barreras internas se desmoronan delante de mi provocación.
– Ah, a la mierda las vistas. – dice y me besa.
Entonces, y solo entonces, me doy cuenta de que hay más gente en la cabina. Por suerte, nadie nos mira. Aún.
Me zafo de su abrazo y le susurro:
 – Cuando lleguemos a tu casa.
Me mira pícaramente y sonríe.
– Por supuesto.

Una hora y media después, estamos en la puerta de su casa. Me coge de la cinturilla del pantalón con la mano izquierda mientras me besa. Con la derecha rebusca en el bolsillo de la chaqueta de cuero, hasta que encuentra las llaves de la puerta. Las mete en la cerradura, pero no puede girarlas bien. Abre los ojos un momento para mirarlas pero parece que sigue sin poder girarlas.
Me aparto, un poco ruborizada, y él se disculpa. Llama a la puerta. Quince segundos después se abre la puerta.
– ¡Hey! – dice Flynn. Lleva una toalla granate atada alrededor de la cintura, y el pelo pelirrojo le cae mojado por encima de los ojos verdes. Tarda un momento en darse cuenta de que yo también estoy. – Oh, hola Cass. No esperaba visitas.
–Flynn, es mi casa. Creo que, aunque tengas llaves, no deberías coger y ducharte en mi piso, porqué al fin y al cabo, soy yo quien paga las facturas.
Flynn se pasa la mano por el pelo mojado, apartándoselo de los ojos. Se rasca el cuello.
– Es que pasaba por aquí después del curro, y…
– ¡CARI!
Se oye una voz femenina que sale del baño. Una chica morena y con el pelo negro abraza a Flynn por la espalda, y él pone los ojos en blanco.
– Cari, ¿quién coño es esa? – La chica, a la cual tenía vista de la universidad, me fulmina con la mirada.
– Eh…– me quedo en blanco. Sus ojos no eran más que dos rendijas.
– Pues mira, da la casualidad de que es mi novia, que este es mi piso, y que él es mi mejor amigo. Y que tú eres una furcia. Ponte ropa y sal de mi casa. – Le espeta Axel.
La chica parece ofendida, pero después de una mirada furtiva, le hace caso y desaparece en el pasillo.
– Gracias, Axel. – Le dice Flynn.
– De nada. Pero no te traigas a más chicas a mi casa, por Dios.
– Ah, ¿qué ahora ya no puedo traer a nadie?
– No es que no puedas traer a nadie, pero no me gusta que traigas a chicas.
– Joder, ¿pero por qué tu sí? – Flynn parecía realmente dolido mientras me señalaba.
– Porqué es mi casa, maldito gilipollas, que tú sólo tienes las llaves para emergencias.
– Joder.
La chica morena aparece de nuevo por el pasillo, pero esta vez, en lugar de una camiseta de Flynn, lleva puesto un vestido negro ajustado. Le da un beso en la mejilla al pelirrojo y se escurre por el trozo de puerta que no estaba cubierta por Flynn.
Mientras se aleja, a Flynn se le marca una expresión bobalicona en la cara. Sigo su mirada y me encuentro con que le está mirando el culo a la chica.
– Eres un pervertido. – Le digo con despecho.
– Un pervertido feliz. ¿Vemos una peli?